En el entorno laboral actual, es común encontrar colaboradores que, en lugar de concentrarse en desarrollar nuevas habilidades, siguen cometiendo los mismos errores y se distraen con tareas que no aportan valor a la empresa. Lamentablemente, este patrón de comportamiento suele derivar en bajas evaluaciones de desempeño, estancamiento y, en muchos casos, despidos. De acuerdo con un artículo publicado en Harvard Business Review (“5 Reasons People Get Laid Off”), la principal razón por la que los empleados pierden su trabajo no es la falta de capacidad técnica, sino su disposición —o falta de ella— para adaptarse y asumir nuevas responsabilidades.
¿Por qué las personas no crecen y terminan afectando a la empresa?
-
Repetir los mismos errores
Cuando un empleado no se preocupa por mejorar procesos ni por revisar a fondo su trabajo—por ejemplo, si alguien en finanzas prepara constantemente informes con cifras mal cuadradas y jamás se detiene a averiguar por qué—, esos errores se vuelven crónicos. Con el tiempo, la empresa pierde confianza en esa persona y decide sustituirla por alguien más comprometido. -
Falta de enfoque y compromiso
Existen casos de personas que ocupan su tiempo en tareas secundarias y descuidan sus funciones clave. Al no profundizar en las competencias de su puesto, no obtienen resultados satisfactorios. Así, al evaluar su desempeño, es evidente que no han crecido profesionalmente y se convierten en candidatos a ser reemplazados. -
Resistencia a la formación continua
Una de las razones más frecuentes para el despido es la negativa a aprender nuevas habilidades o actualizarse. Las empresas necesitan colaboradores versátiles que busquen capacitarse e innovar. Si un empleado insiste en trabajar bajo esquemas obsoletos, en lugar de adoptar soluciones más eficientes, terminará frenando la competitividad de la organización. -
Culpar a factores externos
Hay quienes, ante la falta de resultados, responsabilizan al jefe, al cliente o a las políticas de la empresa. Sin embargo, en la mayoría de los casos el crecimiento—o la falta de él—reside en el nivel de compromiso personal. Si alguien no eleva sus estándares ni ofrece un valor diferencial, es muy probable que quede rezagado.
El papel del empresario: ¿qué se puede hacer?
- Definir expectativas claras: Muchas veces, los colaboradores ignoran las metas precisas que deben cumplir. Cuando cada persona entiende sus objetivos y sabe qué habilidades debe desarrollar para lograrlos, es menos probable que repita errores o se estanque.
- Fomentar la comunicación y el feedback: Crear un espacio donde se dialogue regularmente sobre el desempeño ayuda a detectar errores recurrentes. Un feedback oportuno puede marcar la diferencia entre una corrección exitosa o un despido.
- Invertir en formación, pero exigir resultados: Ofrecer cursos, talleres o certificaciones es un apoyo valioso, pero también se debe monitorear la aplicación real de esos conocimientos al trabajo diario.
- Reconocer el esfuerzo y la mejora continua: Cuando se premia el buen desempeño y se promueve a quienes muestran iniciativa, se envía un mensaje claro de que la empresa valora la evolución constante.
Aunque este artículo está dirigido principalmente a empresarios, cualquier persona en un empleo puede beneficiarse de esta reflexión. Si no se avanza, si se persisten los mismos descuidos, es hora de preguntarse: “¿Estoy aportando realmente al siguiente nivel de la empresa? ¿Qué nuevas competencias he adquirido este trimestre? ¿Estoy abierto a la retroalimentación de mi entorno o la evito?”.
En última instancia, la responsabilidad del crecimiento profesional recae en cada individuo. A lo largo de múltiples estudios, la Harvard Business Review ha subrayado que las empresas exitosas son aquellas compuestas por personas que entienden su trabajo como una oportunidad para evolucionar y no solo como una obligación diaria.
Un colaborador que no crece, sea por repetición de errores, distracciones constantes o falta de actualización, se convierte en un factor de riesgo para la competitividad de la empresa. Por el contrario, quien asume la responsabilidad de su desarrollo encuentra el camino para progresar y, de paso, impulsa al negocio hacia mejores resultados. Para los empresarios, queda el reto de construir un entorno en el que el desarrollo sea una constante y, a la vez, tomar las decisiones oportunas cuando alguien se niega a mejorar. El crecimiento—o el despido—depende, en gran medida, de la actitud y el enfoque que cada uno decida adoptar.